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jueves, 6 de abril de 2017

Mi cuñado el Dentista por Zadí Desmé



Mi cuñado el Dentista

Por Zadí Desmé
www.zadi.webnode.cl

Una de las cosas de las que no nos podemos salvar en la vida, es que tarde o temprano terminamos sentado en el sillón de ese hombre vestido de blanco, máscara y lentes protectores, en un consultorio lleno de esos artefactos raros que solo él sabe utilizar, y para terminar de jodernos la psiquis, tiene un televisor colgado en la pared, dice él que, para que veas lo que te hacemos a tus dientes.
Realmente lo único que logra con eso es terminar de asustarnos, especialmente a los que no nos gusta ir a verlo. Ahora como todos, hay muchos que son valientes y otros sencillamente lo eluden como grandes toreros, hasta que ya no pueden, la visita al galeno es inminente, prácticamente se convierten en masoquistas ambulantes, yo pertenezco a la lista de los últimos.
Pero todo tiene una explicación, producto de una visita cuando tenía 6 años y sin que mis padres me preparan psicológicamente, termine poniendo en la boca del dentista mi pie izquierdo, no entendía por qué me tenía que meter en la boca un aparato que parecía una perforadora en miniatura, termine como Túpac Amaru, agarrado de los pies por mi papa y los brazos por mi mamá y la ayudante.
Bueno, resulta que el otro día, muy a mi pesar, tuve que ir al dentista y me acorde de mi amigo Humbertito, quien tenía un cuñado que era dentista, resulta que Humbertito es muy nervioso y no le gusta esperar, es de esos tipos eléctricos que usan voltaje de 440 en lugar de 220. Un día llamo a su cuñado a la 1 de la madrugada para decirle que le dolía la muela y que tenía que verlo inmediatamente que no aguantaba el dolor, el dentista casi dormido y con ganas de matarlo le dice que lo vería en la mañana cuando abra la consulta.
Ese día Humbertito muy desesperado llego temprano al consultorio, se acerco a la secretaria diciéndole que ya había hablado con su cuñado y que sería el primero al que recibiría. La secretaria que ya conocía lo hiperquinético que era, le dijo que por favor tomara asiento y esperara, que el doctor estaba con un paciente.
—Pero como, si él me dijo que me iba a atender primero —le dice indignado, la secretaria hace un gesto con el hombro, el conocido “que puedo hacer”.
Humbertito toma asiento desesperado tomándose la cara por el supuesto dolor de muela que lo aquejaba. En eso llega otro paciente y habla con la secretaria,
 toma asiento al lado de Humbertito, y este rayando la cancha le dice:
—Por si acaso yo soy el que sigue —la señora lo miro como preguntándose si este hombre estaba cuerdo o el problema dental le estaba haciendo extraños estragos.
En eso se abre la puerta del segundo piso y se ve al dentista despidiendo al un paciente que había terminado de atender, Humbertito al ver eso, se para y sin dejar que la secretaria lo anuncie sube por las escaleras corriendo
—Cuñado, pensé que sería el primero— le reclama. El galeno le dice:
—Pasa por favor—, el doctor ya lo conocía y le pide disculpas por la interrupción al paciente que estaba despidiendo. Él era así, siempre lo fue, pero lo peor de todo era que ni siquiera le pagaba la consulta
—Bueno Humbertito siéntate y abre la boca— Humbertito hace un gesto de dolor y finalmente la abre, el doctor mira y toma una pequeña pinza, la introduce en la boca sacando algo que se encontraba atorado entre las muelas
—Este era el problema, una semilla de uva — Humbertito agradecido le dice
—Cuñado, eres lo máximo y sin anestesia, te adoro
Se paró, lo abrazo y salió prácticamente corriendo; en su apurado caminar tiene un tras pie en la escalera, y cae aparatosamente rodando desde el segundo piso hasta abajo, por las 25 escalinatas, aterrizando de pansa. Graciosamente separa como un resorte, estaba colorado por lo vergonzoso del espectáculo que acababa de dar. Los pacientes se levantaron de sus asientos y fueron a ver como estaba, en ese momento ya había como 5 personas esperando y Humbertito, muy digno, no tuvo otra brillante idea que decir
—Puta, se le paso la anestesia al doctor — y salió corriendo, como si el diablo lo persiguiera.
Al segundo todos los pacientes comenzaron a dejar el consultorio asustados por lo que el doctor les podría hacer.
El dentista quería matar a su cuñado, la secretaria trato de dar las explicaciones del caso, pero fue en vano, se fueron acompañados de los pacientes de los otros consultorios que también se asustaron del hecho, pero lo peor no termino ahí, ya que al día siguiente en el diario local salió un articulo hablando de lo poco profesionales que eran algunos dentistas con el uso de la anestesia indudablemente aludiendo al cuñado de Humbertito.
Esto dio tanta lata que el resto de los dentistas del consultorio le pidieron al cuñado de Humbertito que buscara otro consultorio donde atender a sus pacientes porque ya no era bienvenido a atender en tan prestigioso centro médico dental.
Ustedes se pueden imaginar cuantos Humbertitos existen en el mundo...  ¡Dios nos libre de tener un cuñado así!


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