Mi cuñado el Dentista
Una de las
cosas de las que no nos podemos salvar en la vida, es que tarde o temprano terminamos
sentado en el sillón de ese hombre vestido de blanco, máscara y lentes
protectores, en un consultorio lleno de esos artefactos raros que solo él sabe
utilizar, y para terminar de jodernos la psiquis, tiene un televisor colgado en
la pared, dice él que, para que veas lo que te hacemos a tus dientes.
Realmente lo
único que logra con eso es terminar de asustarnos, especialmente a los que no
nos gusta ir a verlo. Ahora como todos, hay muchos que son valientes y otros
sencillamente lo eluden como grandes toreros, hasta que ya no pueden, la visita
al galeno es inminente, prácticamente se convierten en masoquistas ambulantes,
yo pertenezco a la lista de los últimos.
Pero todo tiene
una explicación, producto de una visita cuando tenía 6 años y sin que mis
padres me preparan psicológicamente, termine poniendo en la boca del dentista mi
pie izquierdo, no entendía por qué me tenía que meter en la boca un aparato que
parecía una perforadora en miniatura, termine como Túpac Amaru, agarrado de los
pies por mi papa y los brazos por mi mamá y la ayudante.
Bueno, resulta que el otro día,
muy a mi pesar, tuve que ir al dentista y me acorde de mi amigo Humbertito, quien
tenía un cuñado que era dentista, resulta que Humbertito es muy nervioso y no
le gusta esperar, es de esos tipos eléctricos que usan voltaje de 440 en lugar
de 220. Un día llamo a su cuñado a la 1 de la madrugada para decirle que le
dolía la muela y que tenía que verlo inmediatamente que no aguantaba el dolor,
el dentista casi dormido y con ganas de matarlo le dice que lo vería en la
mañana cuando abra la consulta.
Ese día Humbertito muy
desesperado llego temprano al consultorio, se acerco a la secretaria diciéndole
que ya había hablado con su cuñado y que sería el primero al que recibiría. La
secretaria que ya conocía lo hiperquinético que era, le dijo que por favor tomara
asiento y esperara, que el doctor estaba con un paciente.
—Pero como, si él me dijo que me
iba a atender primero —le dice indignado, la secretaria hace un gesto con el
hombro, el conocido “que puedo hacer”.
Humbertito toma asiento
desesperado tomándose la cara por el supuesto dolor de muela que lo aquejaba. En
eso llega otro paciente y habla con la secretaria,
toma asiento al lado de Humbertito,
y este rayando la cancha le dice:
—Por si acaso yo soy el que sigue
—la señora lo miro como preguntándose si este hombre estaba cuerdo o el
problema dental le estaba haciendo extraños estragos.
En eso se abre la puerta del
segundo piso y se ve al dentista despidiendo al un paciente que había terminado
de atender, Humbertito al ver eso, se para y sin dejar que la secretaria lo
anuncie sube por las escaleras corriendo
—Cuñado, pensé que sería el
primero— le reclama. El galeno le dice:
—Pasa por favor—, el doctor ya lo
conocía y le pide disculpas por la interrupción al paciente que estaba
despidiendo. Él era así, siempre lo fue, pero lo peor de todo era que ni
siquiera le pagaba la consulta
—Bueno Humbertito siéntate y abre
la boca— Humbertito hace un gesto de dolor y finalmente la abre, el doctor mira
y toma una pequeña pinza, la introduce en la boca sacando algo que se
encontraba atorado entre las muelas
—Este era el problema, una
semilla de uva — Humbertito agradecido le dice
—Cuñado, eres lo máximo y sin
anestesia, te adoro
Se paró, lo abrazo y salió prácticamente
corriendo; en su apurado caminar tiene un tras pie en la escalera, y cae
aparatosamente rodando desde el segundo piso hasta abajo, por las 25
escalinatas, aterrizando de pansa. Graciosamente separa como un resorte, estaba
colorado por lo vergonzoso del espectáculo que acababa de dar. Los pacientes se
levantaron de sus asientos y fueron a ver como estaba, en ese momento ya había
como 5 personas esperando y Humbertito, muy digno, no tuvo otra brillante idea que
decir
—Puta, se le paso la anestesia al
doctor — y salió corriendo, como si el diablo lo persiguiera.
Al segundo todos los pacientes
comenzaron a dejar el consultorio asustados por lo que el doctor les podría
hacer.
El dentista quería matar a su
cuñado, la secretaria trato de dar las explicaciones del caso, pero fue en
vano, se fueron acompañados de los pacientes de los otros consultorios que
también se asustaron del hecho, pero lo peor no termino ahí, ya que al día
siguiente en el diario local salió un articulo hablando de lo poco profesionales
que eran algunos dentistas con el uso de la anestesia indudablemente aludiendo
al cuñado de Humbertito.
Esto dio tanta lata que el resto
de los dentistas del consultorio le pidieron al cuñado de Humbertito que
buscara otro consultorio donde atender a sus pacientes porque ya no era
bienvenido a atender en tan prestigioso centro médico dental.
Ustedes se pueden imaginar
cuantos Humbertitos existen en el mundo...
¡Dios nos libre de tener un cuñado así!
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